jueves, 3 de mayo de 2012

Capítulo 8: El Accidente

No, no, no. No podía ser. Cerré la tapa del móvil, que temblaba entre mis manos. La boca empezó a castañearme y el párpado empezó a temblarme ligeramente. Eché a correr para coger el primer autobús de la línea 1 que me llevase volando al hospital.
Dylan había sufrido un accidente de moto y se encontraba hospitalizado, al parecer con algunas heridas graves ocasionadas por el golpe. No solo la moto había caído encima de él, sino que además el depósito de gasolina empezó a arder y él se quemó la pierna y el brazo.
Después de media hora en el autobús, llegué a mi destino. Subí a la tercera planta y entré en la habitación con cuidado. Dylan estaba dormido en la cama, apenas cubrierto con una manta blanca y con el brazo vendado. Por debajo de ésta se podía divisar una mancha rojiza. "Pobrecito", pensé.
Me senté a su lado y le cojí una mano con dulzura. Empecé a recorrer las líneas de la palma con el dedo índice. Su mano era gigantesta, al igual que sus enormes dedos, pero el tacto de su piel con la mía me producía una sensación indescriptible. Era como tocar el fuego y el hielo a la vez.
Me quedé allí bastante tiempo, sin saber qué hacer, hasta que la mano de Dyl se cerró sobre la mía.
- Te has despertado.- Susurré.
- Sí, ¿qué ha pasado?- Me preguntó algo desconcertado.
- Has tenido un accidente de moto, pero tranquilo, estás... vivo.- Le sonreí.
- Oh, ya me acuerdo de todo. Iba a ir a tu casa a disculparme por lo idiota que fui contigo. No volverá a pasar, te lo prometo - Me dijo con cara de cordero degollado-. Recuerdo que sólo pensaba en ti, en tu cara de horror. No puedo permitir que pienses eso de mí. Eres lo mejor que me ha pasado en la vida Eve, y... no te quiero perder. 
- Tranquilo, ahora descansa. - Le dije besándole la palma de la mano.
Se volvió a dormir y yo me sentí fatal por dentro. Ese mismo día había pensado en romper mi relación con él, pero dada la situación en la que me acababa de dejar, era incapaz de hacerlo.



* Dylan:

Pequeños fragmentos de imágenes iban pasando por mi cabeza. Todo lo que me había sucedido en aquel verano iba reconstruyéndose en mi cabeza poco a poco. Recordaba perfectamente a aquel hombre renegado. Recordaba su fría mirada y su tatuaje en el tobillo tan enigmático. Recordaba aquella noche, una de las peores de mi vida. La más dolorosa y horrorosa de todas las noches. 
Recuerdo cómo caí enfermo y estuve en cama durante al menos dos semanas. Lo recuerdo, lo recuerdo. Recuerdo mi misión.
De repente, otras imágenes pasaron por mi subconsciente: la de una chica hermosa. La más hermosa del mundo. Su pelo castaño le caía en hermosas cascadas sobre sus hombros desnudos. Sus ojos color aceituna desprendían un brillo jamás visto. Era la chica más hermosa que había podido contemplar. Lástima que fuese a acabar todo.
Otra imagen cruzó mi memoria en ese instante. Sangre, sudor, duda, temor, rabia, dolor, hambre...
Lo dejaría todo tal y como estaba. No cambiaría nada. No, era un buen plan.




LRA







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