sábado, 24 de marzo de 2012

Nuevo Blog

Hola queridos lectores. Me he creado un nuevo blog en el que empezaré una historia en solitario combinado con noticias sobre libros y otras cosas para manteneros informados. Por supuesto, no dejaré de escribir aquí, pero os brindo la oportunidad de poder echarle un vistazo. Os dejo la dirección:
http://mialmaaunllora.blogspot.com/

¡¡Espero que os guste!!




Laura Ramallo Aznar(LRA)
El amor, la vida y la lectura suponen una gran aventura.

sábado, 10 de marzo de 2012

Capítulo 7: El baile

La música sonaba hasta en los resquicios más ocultos del edificio. La gente se amontonaba en la pista de baile y los que no bailaban se situaban en la mesa del ponche. En las sillas de cuero desgastadas que había en la esquina derecha de la sala, unos pocos se aburrían allí sentados. Yo sonreía de oreja a oreja. Estaba muy contenta, pero a la vez inquieta si algo conseguía salir mal. Iba cogida del brazo de Dylan, que sonreía al igual que yo. 
Todos nos miraron con recelo cuando pusimos el pie dentro de la pista de baile. Mi vestido relucía como ninguno otro. El pelo suelto revoloteaba sobre mi espalda desnuda, y lo que más me gustaba era el colgante que Dyl me regaló hace unos días. Era precioso y brillaba como un diamante.
Empezó a sonar una música lenta y nos precipitamos hacia la zona de baile. Él me cogió de la cintura y me atrajo hacia sí con ternura. Su esmoquin era tan negro como la piedra de mi colgante, e iba tan guapo que las chicas de la fiesta no pudieron resistirse a echarle una ojeada. Empezamos a bailar al son de la música, muy pegados, mientras la luna iluminaba nuestras caras con su luz plateada. Al empezar a movernos me vino a la mente una sonrisa, unos ojos, un rostro. Se trataba de la risueña y amable Jane, la chica con la que compartí mi infancia. Fuimos grandes amigas, pero nos empezamos a distanciar hace algunos años, conforme me iba juntando más a Dylan, aquel chico delgaducho y enfermizo. No recuerdo ya qué fue lo que nos hizo enfadarnos, pero lo que sí estaba claro es que todavía quedaban restos del hilo que nos unió, hasta aquella noche en la que murió. Aquella noche calurosa en la que Jane decidió enfrentarse a sus peores temores, los lobos. 
Esa mañana de pleno verano en la que recibí un mensaje de móvil, un mensaje en el cual se leía: "Eve, he decidido enfrentarme a mis miedos. Cada noche oigo aullar a los lobos, y cada vez que los escucho, me produce escalofríos y un miedo indescriptible me recorre el alma. No puedo seguir así, por lo que esta noche decidiré acampar en el bosque hasta el amanecer. Así conseguiré enfrentarme a mis miedos. ¡Deséame suerte compañera!
Besos: Jane "
Cuando recibí la espantosa noticia en la que aparecía Jane muerta en el bosque, el corazón pareció estallarme de dolor. En ese mismo instante, me precipité a la calle para ir directamente al bosque y comprobarlo por mí misma. "No puede ser cierto", me dije. Cuando llegué y vi el cuerpo destrozado de mi amiga en el río, me caí de rodillas dejando las manos tendidas sobre la hojarasca. "No, no, no... ¡No! Esto debe de ser una pesadilla. Jane..." Empecé a llorar y cuando uno de los policías me divisó, fue a sacarme de allí. Aún no me lo creía. Su cuerpo había quedado deforme. Le faltaba un brazo y media pierna, el cuello lo tenía desgarrado y las ropas estaban empapadas de sangre sucia. Nadie supo darme una buena explicación a lo ocurrido. Solo supusieron que podría tratarse de lobos hambrientos, que la vieron en su territorio, y la atacaron.
 Ahora me parecía ya un recuerdo lejano.
- ¿En qué piensas? Te veo un poco distraída.- Me susurró al oído Dyl. Titubeé un poco al responder.
- Pensaba en Jane. ¿Te acuerdas de ella? Le encantaban los bailes, y siempre había soñado con venir a este acompañada del chico perfecto.
- Me acuerdo de ella. Pobre chica. Es la que apareció en el bosque, ¿no?
- Sí. Al parecer le atacaron unos lobos. En esta zona hay muchos de ellos hambrientos, y son muy peligrosos. Me estremezco solo de pensarlo.- Apoyé la cabeza sobre su hombro.
- Hay que tener mucho cuidado. Se podría decir que esta zona es... salvaje. Tranquila, yo te protegeré.- Se acercó a mi oreja y dijo en pequeños susurros-. Te protegeré como he hecho siempre. 
Sonreí y dejé que la música me llevase hacia los rincones más insospechados de mi mente. El techo de cristal transparente nos dejaba divisar el cielo nocturno lleno de pequeños puntitos luminosos. 
La música lenta dejó de sonar para dar paso al tecno, así que nos retiramos de la pista tranquilamente mientras otros bailaban como si tuviesen lombrices en el cuerpo.
- Tengo una sed que me muero.Voy a por algo de beber ¿Quieres que te traiga algo?- Preguntó Dylan.
- Vale, gracias. Mientras tanto yo iré al baño.- Le hice un gesto con la cabeza señalando los aseos. Él asintió con la cabeza y se dirigió a la mesa de bebidas refrescantes. 
Entre la multitud agobiante conseguí hacerme paso hasta llegar al baño. Abrí la puerta y una ráfaga de aire helado me recorrió de arriba a abajo. Observé a mi alrededor para localizar la fuente de esa corriente. Al momento me percaté de que una de las ventanas del aseo se encontraba abierta de par en par. Observé la luna llena con admiración. Estaba preciosa y esplendorosa. Tan llena que parecía que iba a reventar, tan brillante que parecía que te iba a cegar.
Me miré en el espejo con inquietud, pero todo ello se vio disipado cuando observé que iba muy guapa, y lo mejor de todo es que no estaba marcada por moratones. Mis verdes ojos brillaban de alegría y mi pelo suelto relucía. Siempre habíamos visto películas americanas en las que las chicas se arreglaban y vestían e iban a un gran baile. Éste era así. No americano, pero al estilo. 
Me lavé las manos con agua fría y jabón y me las sequé en el secador eléctrico. El ruido que hacía el cacharro no me hizo darme cuenta de que había alguien detrás de mí. Sentí algo húmedo en la cara instantes después que me hacía perder la consciencia. Intenté soltarme de aquel individuo, pero me fue imposible porque las fuerzas empezaban a flaquearme. Empezaba a dormirme por momentos, empezaba a asustarme de verdad. Las piernas me fallaron y caí al suelo mientras intentaba agarrarme a algo. Cloroformo, adiviné.
Los ojos se me cerraban y apenas era consciente de lo que pasaba. Lo último que vi antes de desmallarme fueron unos grandes ojos color turquesa. 



Me desperté en medio de sudores y aturdida. Miré a mi alrededor con preocupación y vi que me encontraba en un bosque, supongo que no muy lejos de la fiesta. ¿Qué haría allí? Me levanté del suelo con torpeza mientras se pasaban los efectos del medicamento. Mi vestido estaba sucio debido a la humedad del ambiente, y por la tierra humedecida del lugar. 
Cuando conseguí ponerme en pie, no podía creer lo que mis ojos contemplaban con estupor: ¡¡Fue William!!
Un odio amargo empezó a recorrerme las venas. Él me había secuestrado y traído al bosque. ¡Sabía que tenía algo oscuro en su interior! Lo intuje, pero pasé de ese sentimiento. Cómo fui tan tonta como para dejarlo correr... "Adiós a la manicura", pensé. Apreté los dientes con rabia y me lancé sobre él con agresividad. Le intenté arañar la cara. Él parecía no sentir nada. Solamente paraba con agilidad mis ataques. Cada vez que mis golpes eran repelidos, una chispa de fuego se encendía en mi corazón. Después de un rato, cuando mis fuerzas empezaban a flaquear, algo en mí explotó. Él me miraba indiferente, y eso no podía permitirlo.
Se distrajo unos instantes y le arrojé tierra a los ojos. ¡Por fin! Ya había perdido la concentración y ahora podría atacar con "normalidad". Repetí mis agresiones, y él no paraba de farfullar cosas ininteligibles. Se estaba agotando, pero yo no hacía más que recuperar energías.
- ¡¿Quieres parar ya?!- Me gritó.
- ¡¡Jamás!! ¡Te odio!- Le dije. Eso fue la gota que colmó el vaso. Me arrojó al suelo con fuerza y yo le escupí en la cara con asco. ¿Qué se creía? Me agarró de los hombros clavándome sus dedos en los huesos y sintiendo una profunda agonía me elevó del suelo y me apoyó contra el tronco de un árbol. La luna llena iluminaba nuestras caras.
- Mira, no te quiero hacer...- No llegó a terminar la frase. Sus ojos turquesa se clavaron en mi colgante y un brillo de miedo y sorpresa apareció en ellos. Entrecerró los ojos y tensó los músculos. Agarró la piedra turmalina negra y tiró de ella con fuerza. La cadena me rozó el cuello con dureza y a causa de ello, se me enrojeció, hasta llegó a brotar sangre. Will, con el colgante en mano, me dejó caer y lo lanzó con fuerza al suelo. Con tanta fuerza que lo rompió en dos. De ellas me pareció ver salir humo negro.
Instantes después, me sentía muy cansada y agotada. Todo el miedo, la rabia y el dolor se habían esfumado de repente. Solo sentía el cansancio. Quería irme a mi casa y dormir hasta que el mundo se acabase.
- ¡Eve!...- Se oyó en medio de la noche. Me sentí reconfortada al oír el eco de su voz en mi cabeza. Bueno, eso es lo que pensé en un primer momento. La verdad es que no estuve muy segura, pero me pareció oír una voz conocida, lejana, casi difusa. Unos segundos después apareció en mitad de la noche Dylan enfundando un cuchillo que relució en la penumbra. ¿Qué demonios hacía él con un cuchillo en mitad del bosque?
Los dos se miraron con un brillo asesino que revoloteaba en sus ojos y empezaron a pegarse con una brutalidad y rapidez increíbles, casi inhumanos. Veía de vez en cuando el brillo del cuchillo de mi novio. Eso era lo único que alcanzaba a ver. Después de oír durante un rato maldiciones y crujidos, decidí actuar. ¿Por qué era Dylan siempre el que me salvaba? Era una mujer fuerte y madura, así que no me lo pensé dos veces en cuanto vi caer a Dylan al suelo con un profundo corte en el pecho.
Le arrebaté el cuchillo a William, y empecé a lanzar "cuchillazos". Algunos ni siquiera le rozaron, pero la mayoría le hirieron. La furia me cegó y cuando me quise dar cuenta, él estaba acurrucado debajo de un árbol.  Le costaba respirar y el pelo lo tenía ensangrentado. Me detuve unos instantes con el cuchillo en mano. Si quería, podría acabar con él en ese mismo instante.
- Muy bien Eve, acaba con su maldita vida de una vez. ¡Mátale! - Percibí un cambio en el timbre de voz de Dylan. ¿Qué me estaba pasando? ¿En qué me he convertido? William me miró a los ojos suplicándome que no lo hiciese.
- No te reconozco.- Fue simplemente lo que dijo. Estaba confusa y me debatía entre el bien y el mal.
- Eve, ¿a qué esperas?- Gritó Dyl . Mi cabeza era un hervidero de pensamientos que no lograba ordenar. Cansada, tiré el cuchillo lo más lejos que pude y saqué el móvil del sujetador. Presioné los botones 112 y puse el auricular en mi oreja.
- Por favor, que venga una ambulancia al colegio Tylon High School. Hay un alumno herido en el bosque adjunto a él. - Cerré la conexión y me dirigí a Dylan.
- ¿Qué has hecho?- Farfulló.
- Que te quede claro. Le odio pero no soy una asesina, Dylan. - Contesté simplemente. Me di la vuelta y caminé hacia la salida de ese bosque. Quería irme a casa, dormir hasta que el mundo llegase a su fin y no ver a nadie. Ya no sabía si seguir confiando en Dylan. Se había mostrado muy agresivo, por no descartar que quería que yo sesgase una vida.
Caminé y caminé durante toda la noche hasta que llegué a una calle central muy ancha. Si continuaba bajándola y luego torcía a la derecha y continuaba todo recto, llegaría a casa, pero un deseo me llenaba por dentro: volver a ver a Dorado. Cambié de ruta y decidí ir por el bosque disfrutando de la soledad, de sus sonidos y de sus olores. Eso sí, olía un poco a quemado. Seguramente sería alguna pandilla que se aburría demasiado.
Llegué a la cueva y encontré una soledad indescriptible, anormal. No había rastro de nadie. Me llevé una gran decepción, y como si allguien hubiese oído mis pensamientos, empezó a tronar. Arrugué la nariz con desánimo y me adentré en la vacía cueva. Allí, en una de las frías paredes, me arrodillé y apoyé las castigadas rodillas en la desalentora arena mezclada con musgo. Resoplé y dejé resbalar mi torturado cuerpo en la oscuridad. Qué sola me sentía. Qué destrozada sentía mi vida. Qué, qué... pf, qué mierda me parecía todo. Metí la cabeza entre las piernas e intenté reflexionar y analizar todas las sensaciones que había experimentado a lo largo del día. Emoción y nerviosismo por la mañana, excitación por la tarde, alegría desbordante por la noche al entrar en el edificio, amor al bailar, confusión en el secuestro, rabia al ver a William, desconcierto al ver a Dylan con un cuchillo en medio del bosque, y por último, desolación, vacío al encontrarme sola y desamparada en medio de la oscuridad.
"Por fin a solas, Eve" Susurró algo en mi cabeza.
- ¿Quién anda ahí?- Grité a la oscuridad.
"Soy yo, Eve. Llevo esperando este momento dieciséis años..."

Ahogué un grito de sorpresa al ver en la cueva a mi lobo Dorado.


Laura Ramallo Aznar (LRA)

El amor, la vida y la lectura suponen una gran aventura. 



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viernes, 9 de marzo de 2012

Capítulo 6: De Compras

Pasaban las semanas, y Dylan y yo seguíamos juntos. Era lo normal en una pareja de novios, pero yo pensaba que, a lo peor, Dylan sólo me consideraba un lío de un día, pero no, me quería de verdad y seguía conmigo. A medida que pasaba el tiempo, no podía estar ni un día sin verle, sin besarle. Sus besos se habían convertido en una droga para mí y, lo malo, era que me había vuelto adicta a ellos.
Al principio nos veíamos a escondidas y los únicos que eran presentes de nuestro amor eran los animales del bosque. Pero luego, nos dimos cuenta de que era una tontería privarnos de nuestros besos a los ojos de los demás, y todo el colegio se enteró de nuestra relación. Para las chicas era normal que a mí me gustara Dylan ya que, por ahora, era uno de los chicos más guapos del instituto. Pero estaba segura, de que se preguntarían que veía Dylan en mí que no tenía ellas. Yo misma me lo preguntaba, por qué me había elegido a mí, y al no hallar respuesta decidí olvidarlo y simplemente disfrutar.
Lo pasábamos realmente bien, íbamos al cine, me llevaba en su moto o en su coche, comíamos o cenábamos juntos, dábamos paseos por el bosque y hasta en ocasiones dormíamos juntos. Esto era lo que más me gustaba, pues en la cama, me confortaba sentirlo a mi espalda, como si así, estando él allí, me pudiera proteger de mis pesadillas, y lo conseguía, pues cuando me despertaba sobresaltada, él me abrazaba y me tranquilizaba. Y siempre, en todas las ocasiones había besos, en los que nos abandonábamos el uno en el otro, en el que disfrutábamos del momento como si fuera único.
Y así pasábamos los meses, juntos y felices.
También había felicidad en el ambiente, porque a medida que pasaba el tiempo se acercaba el día de "El Gran Baile de Navidad", el evento más esperado después de las vacaciones de verano. Se celebraba en el gimnasio del instituto. Ponían una pista de baile con una buena música. También había espacios para quien no quería bailar, allí era donde yo solía estar. Pero eso no era lo más especial del baile. Lo especial era, que el chico invitaba a la chica al baile y las parejas de novios se convertían, en el baile, en parejas oficiales. Yo esperaba con ansia que Dylan me invitara a ir al baile con él, pero ese día no llegaba. Cuando empecé a desesperarme, y a preguntarme si debía pedírselo yo a él, Dyl me invitó a ir al baile con él. Sucedió en mi casa, lugar al que íbamos a menudo. El primer día que vino Dylan a mi casa, le presenté oficialmente a mi familia, y se quedó a cenar con nosotros. Creo que fue el día más tenso de mi vida. Estaba alerta porque pensaba que mi padre me iba a soltar un bofetón en cualquier momento, y que mi hermana iba a soltar una bobada por su boca, pero para mi suerte, mi padre no levantó sus ojos del plato y mi hermana no le perdió de vista a Dylan y parecía que se le iba a caer la baba de un momento a otro. A partir de aquel día, Dylan venía a mi casa a menudo, y al final mis padres le cogieron cariño, es más, estaban encantados que Dylan viniera a casa y mi hermana era, yo creo, la que más disfrutaba de que Dylan viniera a casa.
El día que me invitó a ir al baile, Dylan vino a comer a mi casa. Comimos pasta de primero y de segundo, filetes. Cuando acabamos de comer, subimos juntos a mi cuarto y nos pusimos a hacer los deberes. Al poco rato, Dylan se cansó de hacer los deberes y se tumbó en mi cama. Me di la vuelta en la silla y le miré desaprobadoramente.
- Así suspenderás y los profesores te regañarán.
- Me da igual suspender si estás tú conmigo.-cuando me decía esas frases tan sinceras, se me ponía la carne de gallina.
- ¿Y si te lo pido yo?- se acercó junto a mí y se sentó en la silla. Me miró a los ojos y me susurró.
- Entonces, si me lo pides tú, haré lo que sea.
- Bésame.- Cerré los ojos y sentí como se acercaba a mí y me besaba. Dylan se apartó de mí y me miró sonriendo.
- Mejor nos ponemos a hacer los deberes, porque como venga tu madre, seguro que se enfada.Ja, ja , ja, ja.
- ¡Qué tonto eres! Ja, ja, ja- me levanté y esta vez me tiré yo en la cama- pues ahora soy yo la que no quiere hacer deberes, ja, ja, ja.
-Pues no voy a ser yo el que te lo va a impedir.- dijo tumbándose en la cama junto a mí y atrayéndome hacia a él. Después de estar besándonos un buen rato, nos alejamos uno del otro.
- Me da que ya está bien por hoy- le dije intentando recuperar la respiración.
- No, todavía queda una sorpresa.- y dicho esto, saltó de la cama, me cogió por la cintura, me alzó en volandas y me posó suavemente en el suelo. Hizo una reverencia cómica, y tuve que reprimir mis ganas de reír.
- Eveling Hawk Margaret, ¿quieres venir al baile conmigo?
- Si, ja, ja, ja- dije cogiendo de mi falda y haciendo una reverencia, al estilo de la princesas. Dylan me miró y empezó a reírse y yo ya no pude reprimir mis risas. Se acercó a mí y me dio un abrazo.
- Te prometo que va a ser un baile inolvidable.









- ¿Y este?¿Te gusta?- dije saliendo del vestidor y girando sobre mí misma.
- Me gustaba más el otro- dijo Dylan alzando la cabeza de su móvil. Estaba sentado en los bancos de delante del vestidor. Estábamos en el centro comercial, comprando mi vestido y zapatos para el baile y Dylan se había ofrecido a acompañarme. Yo le había dicho que si veía mi vestido antes del baile, no habría emoción, pero él me dijo que le iba a impresionar igualmente fuera como fuese, y ante ese tipo de frases no le podía decir que no. Así que allí estábamos, eligiendo mi vestido para el baile, y la elección era muy, muy difícil.
- ¿Y qué tal este?¿Me queda bien?
- A mí este no me gusta, por el vuelo de la falda, es muy feo- dijo haciendo una mueca. No íbamos a salir de allí nunca. Habíamos mirado en varias tiendas, pero en ninguna nos gustaban los vestidos. Mi madre me había dicho que no me preocupara por el precio, que me lo pagaban ellos y el peinado me lo hacía mi madre que era peluquera. En una tienda habíamos encontrado un bolso precioso, pequeño, con purpurina, de color azul oscuro. También habíamos encontrado unos zapatos sencillos pero preciosos de color azul oscuro. Eran para llevar los dedos del pie al aire y se ataban al tobillo, con una cremallera. La parte del empeine estaba unido mediante una piedra preciosa plateada. Los zapatos tenían un tacón bonito y adecuado para mi altura. Pero el vestido no había manera de elegirlo.....
- ¿Este?¿Qué tal?- dije por enésima vez. Dyl no me estaba mirando. Miraba hacia un estante de la tienda. Se volvió hacia a mí ilusionado.
- Espera aquí, Eve.- y dicho esto se fue del probador. Me miré al espejo, nada me iba a quedar bien. Suspiré y empecé a probarme otro vestido. No llegaba a la cremallera de la espalda, así que salí para pedirle a Dylan que me la subiera. Él estaba fuera, y me sonreía de medio lado. Llevaba algo a la espalda.
- Ya está, este vestido te va a encantar- dijo mientras me lo enseñaba. La verdad es que era precioso. Era azul oscuro, como lo necesitaba, no tenía tirantes, era ceñido al tronco y a partir de la cintura quedaba holgado. Tenía la parte de arriba con purpurina, como el bolso, y el vuelo de la cintura brillaba. Sencillo y bonito, justo lo que quería. Me metí dentro con el vestido y me lo probé. Me quedaba perfecto. Cuando me lo probé me di cuenta de dos cosas: que la espalda me quedaba desnuda y que el vestido me quedaba perfecto.






Estaba en el baño, sentada frente al espejo. Mi madre estaba detrás peinándome. Ya me había puesto el vestido y me había maquillado. Llevaba un gloss rosa claro, colorete, una raya de ojos, una sombra de color azul celeste y un rímel que me hacía las pestañas larguísimas. Tenía hecha la manicura francesa en las uñas de los pies y de la manos. Miré a mi madre.
- Ya está. Te ha quedado precioso.- y así era. El pelo me quedaba suelto, a tirabuzones por la espalda, y tenía varios recogidos, con pizas brillantes, que me apartaban el pelo de la cara. Parecía brillar entera. Mi madre me dio la vuelta, me sonrió y me abrazó.
- Pásatelo bien- en ese momento sonó el timbre, seguramente sería Dylan. Cogí mi bolso, me pusé el colgante que me regaló Dylan, y bajé a toda prisa. Abrí la puerta, y allí estaba él, radiante como un sol. Me miró de arriba abajo y me sonrió de oreja a oreja.
- Estás increíble, princesa- él sí que estaba genial. Su pelo marrón relucía y resaltaba con su esmoquín negro. Y lo más alucinante eran sus ojos marrones, que brillaban con luz propia. Me tendió la mano, que cogí rápidamente. Me acompañó al coche, abrió la puerta y me metí. Se metió en el asiento del conductor, y se quedó mirándome.
- Realmente, estas preciosa- dijo inclinándose para besarme. Acepté su beso, felizmente.
- Bueno, ponte cómoda y nos vamos.- intente repirar, y relajarme. El coche se puso en marcha y nos fuimos hacia el instituto.



Paula Pulido Egea (25)






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