martes, 10 de julio de 2012

Blog

Queridos lectores, me encantaría que pudiéseis echar un vistazo a este enlace : mimundosideral.blogspot.com
También lo podréis encontrar en la lista de mis blogs.
Es un blog muy interesante :D

¡¡Besazos!!

jueves, 3 de mayo de 2012

Capítulo 8: El Accidente

No, no, no. No podía ser. Cerré la tapa del móvil, que temblaba entre mis manos. La boca empezó a castañearme y el párpado empezó a temblarme ligeramente. Eché a correr para coger el primer autobús de la línea 1 que me llevase volando al hospital.
Dylan había sufrido un accidente de moto y se encontraba hospitalizado, al parecer con algunas heridas graves ocasionadas por el golpe. No solo la moto había caído encima de él, sino que además el depósito de gasolina empezó a arder y él se quemó la pierna y el brazo.
Después de media hora en el autobús, llegué a mi destino. Subí a la tercera planta y entré en la habitación con cuidado. Dylan estaba dormido en la cama, apenas cubrierto con una manta blanca y con el brazo vendado. Por debajo de ésta se podía divisar una mancha rojiza. "Pobrecito", pensé.
Me senté a su lado y le cojí una mano con dulzura. Empecé a recorrer las líneas de la palma con el dedo índice. Su mano era gigantesta, al igual que sus enormes dedos, pero el tacto de su piel con la mía me producía una sensación indescriptible. Era como tocar el fuego y el hielo a la vez.
Me quedé allí bastante tiempo, sin saber qué hacer, hasta que la mano de Dyl se cerró sobre la mía.
- Te has despertado.- Susurré.
- Sí, ¿qué ha pasado?- Me preguntó algo desconcertado.
- Has tenido un accidente de moto, pero tranquilo, estás... vivo.- Le sonreí.
- Oh, ya me acuerdo de todo. Iba a ir a tu casa a disculparme por lo idiota que fui contigo. No volverá a pasar, te lo prometo - Me dijo con cara de cordero degollado-. Recuerdo que sólo pensaba en ti, en tu cara de horror. No puedo permitir que pienses eso de mí. Eres lo mejor que me ha pasado en la vida Eve, y... no te quiero perder. 
- Tranquilo, ahora descansa. - Le dije besándole la palma de la mano.
Se volvió a dormir y yo me sentí fatal por dentro. Ese mismo día había pensado en romper mi relación con él, pero dada la situación en la que me acababa de dejar, era incapaz de hacerlo.



* Dylan:

Pequeños fragmentos de imágenes iban pasando por mi cabeza. Todo lo que me había sucedido en aquel verano iba reconstruyéndose en mi cabeza poco a poco. Recordaba perfectamente a aquel hombre renegado. Recordaba su fría mirada y su tatuaje en el tobillo tan enigmático. Recordaba aquella noche, una de las peores de mi vida. La más dolorosa y horrorosa de todas las noches. 
Recuerdo cómo caí enfermo y estuve en cama durante al menos dos semanas. Lo recuerdo, lo recuerdo. Recuerdo mi misión.
De repente, otras imágenes pasaron por mi subconsciente: la de una chica hermosa. La más hermosa del mundo. Su pelo castaño le caía en hermosas cascadas sobre sus hombros desnudos. Sus ojos color aceituna desprendían un brillo jamás visto. Era la chica más hermosa que había podido contemplar. Lástima que fuese a acabar todo.
Otra imagen cruzó mi memoria en ese instante. Sangre, sudor, duda, temor, rabia, dolor, hambre...
Lo dejaría todo tal y como estaba. No cambiaría nada. No, era un buen plan.




LRA







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sábado, 24 de marzo de 2012

Nuevo Blog

Hola queridos lectores. Me he creado un nuevo blog en el que empezaré una historia en solitario combinado con noticias sobre libros y otras cosas para manteneros informados. Por supuesto, no dejaré de escribir aquí, pero os brindo la oportunidad de poder echarle un vistazo. Os dejo la dirección:
http://mialmaaunllora.blogspot.com/

¡¡Espero que os guste!!




Laura Ramallo Aznar(LRA)
El amor, la vida y la lectura suponen una gran aventura.

sábado, 10 de marzo de 2012

Capítulo 7: El baile

La música sonaba hasta en los resquicios más ocultos del edificio. La gente se amontonaba en la pista de baile y los que no bailaban se situaban en la mesa del ponche. En las sillas de cuero desgastadas que había en la esquina derecha de la sala, unos pocos se aburrían allí sentados. Yo sonreía de oreja a oreja. Estaba muy contenta, pero a la vez inquieta si algo conseguía salir mal. Iba cogida del brazo de Dylan, que sonreía al igual que yo. 
Todos nos miraron con recelo cuando pusimos el pie dentro de la pista de baile. Mi vestido relucía como ninguno otro. El pelo suelto revoloteaba sobre mi espalda desnuda, y lo que más me gustaba era el colgante que Dyl me regaló hace unos días. Era precioso y brillaba como un diamante.
Empezó a sonar una música lenta y nos precipitamos hacia la zona de baile. Él me cogió de la cintura y me atrajo hacia sí con ternura. Su esmoquin era tan negro como la piedra de mi colgante, e iba tan guapo que las chicas de la fiesta no pudieron resistirse a echarle una ojeada. Empezamos a bailar al son de la música, muy pegados, mientras la luna iluminaba nuestras caras con su luz plateada. Al empezar a movernos me vino a la mente una sonrisa, unos ojos, un rostro. Se trataba de la risueña y amable Jane, la chica con la que compartí mi infancia. Fuimos grandes amigas, pero nos empezamos a distanciar hace algunos años, conforme me iba juntando más a Dylan, aquel chico delgaducho y enfermizo. No recuerdo ya qué fue lo que nos hizo enfadarnos, pero lo que sí estaba claro es que todavía quedaban restos del hilo que nos unió, hasta aquella noche en la que murió. Aquella noche calurosa en la que Jane decidió enfrentarse a sus peores temores, los lobos. 
Esa mañana de pleno verano en la que recibí un mensaje de móvil, un mensaje en el cual se leía: "Eve, he decidido enfrentarme a mis miedos. Cada noche oigo aullar a los lobos, y cada vez que los escucho, me produce escalofríos y un miedo indescriptible me recorre el alma. No puedo seguir así, por lo que esta noche decidiré acampar en el bosque hasta el amanecer. Así conseguiré enfrentarme a mis miedos. ¡Deséame suerte compañera!
Besos: Jane "
Cuando recibí la espantosa noticia en la que aparecía Jane muerta en el bosque, el corazón pareció estallarme de dolor. En ese mismo instante, me precipité a la calle para ir directamente al bosque y comprobarlo por mí misma. "No puede ser cierto", me dije. Cuando llegué y vi el cuerpo destrozado de mi amiga en el río, me caí de rodillas dejando las manos tendidas sobre la hojarasca. "No, no, no... ¡No! Esto debe de ser una pesadilla. Jane..." Empecé a llorar y cuando uno de los policías me divisó, fue a sacarme de allí. Aún no me lo creía. Su cuerpo había quedado deforme. Le faltaba un brazo y media pierna, el cuello lo tenía desgarrado y las ropas estaban empapadas de sangre sucia. Nadie supo darme una buena explicación a lo ocurrido. Solo supusieron que podría tratarse de lobos hambrientos, que la vieron en su territorio, y la atacaron.
 Ahora me parecía ya un recuerdo lejano.
- ¿En qué piensas? Te veo un poco distraída.- Me susurró al oído Dyl. Titubeé un poco al responder.
- Pensaba en Jane. ¿Te acuerdas de ella? Le encantaban los bailes, y siempre había soñado con venir a este acompañada del chico perfecto.
- Me acuerdo de ella. Pobre chica. Es la que apareció en el bosque, ¿no?
- Sí. Al parecer le atacaron unos lobos. En esta zona hay muchos de ellos hambrientos, y son muy peligrosos. Me estremezco solo de pensarlo.- Apoyé la cabeza sobre su hombro.
- Hay que tener mucho cuidado. Se podría decir que esta zona es... salvaje. Tranquila, yo te protegeré.- Se acercó a mi oreja y dijo en pequeños susurros-. Te protegeré como he hecho siempre. 
Sonreí y dejé que la música me llevase hacia los rincones más insospechados de mi mente. El techo de cristal transparente nos dejaba divisar el cielo nocturno lleno de pequeños puntitos luminosos. 
La música lenta dejó de sonar para dar paso al tecno, así que nos retiramos de la pista tranquilamente mientras otros bailaban como si tuviesen lombrices en el cuerpo.
- Tengo una sed que me muero.Voy a por algo de beber ¿Quieres que te traiga algo?- Preguntó Dylan.
- Vale, gracias. Mientras tanto yo iré al baño.- Le hice un gesto con la cabeza señalando los aseos. Él asintió con la cabeza y se dirigió a la mesa de bebidas refrescantes. 
Entre la multitud agobiante conseguí hacerme paso hasta llegar al baño. Abrí la puerta y una ráfaga de aire helado me recorrió de arriba a abajo. Observé a mi alrededor para localizar la fuente de esa corriente. Al momento me percaté de que una de las ventanas del aseo se encontraba abierta de par en par. Observé la luna llena con admiración. Estaba preciosa y esplendorosa. Tan llena que parecía que iba a reventar, tan brillante que parecía que te iba a cegar.
Me miré en el espejo con inquietud, pero todo ello se vio disipado cuando observé que iba muy guapa, y lo mejor de todo es que no estaba marcada por moratones. Mis verdes ojos brillaban de alegría y mi pelo suelto relucía. Siempre habíamos visto películas americanas en las que las chicas se arreglaban y vestían e iban a un gran baile. Éste era así. No americano, pero al estilo. 
Me lavé las manos con agua fría y jabón y me las sequé en el secador eléctrico. El ruido que hacía el cacharro no me hizo darme cuenta de que había alguien detrás de mí. Sentí algo húmedo en la cara instantes después que me hacía perder la consciencia. Intenté soltarme de aquel individuo, pero me fue imposible porque las fuerzas empezaban a flaquearme. Empezaba a dormirme por momentos, empezaba a asustarme de verdad. Las piernas me fallaron y caí al suelo mientras intentaba agarrarme a algo. Cloroformo, adiviné.
Los ojos se me cerraban y apenas era consciente de lo que pasaba. Lo último que vi antes de desmallarme fueron unos grandes ojos color turquesa. 



Me desperté en medio de sudores y aturdida. Miré a mi alrededor con preocupación y vi que me encontraba en un bosque, supongo que no muy lejos de la fiesta. ¿Qué haría allí? Me levanté del suelo con torpeza mientras se pasaban los efectos del medicamento. Mi vestido estaba sucio debido a la humedad del ambiente, y por la tierra humedecida del lugar. 
Cuando conseguí ponerme en pie, no podía creer lo que mis ojos contemplaban con estupor: ¡¡Fue William!!
Un odio amargo empezó a recorrerme las venas. Él me había secuestrado y traído al bosque. ¡Sabía que tenía algo oscuro en su interior! Lo intuje, pero pasé de ese sentimiento. Cómo fui tan tonta como para dejarlo correr... "Adiós a la manicura", pensé. Apreté los dientes con rabia y me lancé sobre él con agresividad. Le intenté arañar la cara. Él parecía no sentir nada. Solamente paraba con agilidad mis ataques. Cada vez que mis golpes eran repelidos, una chispa de fuego se encendía en mi corazón. Después de un rato, cuando mis fuerzas empezaban a flaquear, algo en mí explotó. Él me miraba indiferente, y eso no podía permitirlo.
Se distrajo unos instantes y le arrojé tierra a los ojos. ¡Por fin! Ya había perdido la concentración y ahora podría atacar con "normalidad". Repetí mis agresiones, y él no paraba de farfullar cosas ininteligibles. Se estaba agotando, pero yo no hacía más que recuperar energías.
- ¡¿Quieres parar ya?!- Me gritó.
- ¡¡Jamás!! ¡Te odio!- Le dije. Eso fue la gota que colmó el vaso. Me arrojó al suelo con fuerza y yo le escupí en la cara con asco. ¿Qué se creía? Me agarró de los hombros clavándome sus dedos en los huesos y sintiendo una profunda agonía me elevó del suelo y me apoyó contra el tronco de un árbol. La luna llena iluminaba nuestras caras.
- Mira, no te quiero hacer...- No llegó a terminar la frase. Sus ojos turquesa se clavaron en mi colgante y un brillo de miedo y sorpresa apareció en ellos. Entrecerró los ojos y tensó los músculos. Agarró la piedra turmalina negra y tiró de ella con fuerza. La cadena me rozó el cuello con dureza y a causa de ello, se me enrojeció, hasta llegó a brotar sangre. Will, con el colgante en mano, me dejó caer y lo lanzó con fuerza al suelo. Con tanta fuerza que lo rompió en dos. De ellas me pareció ver salir humo negro.
Instantes después, me sentía muy cansada y agotada. Todo el miedo, la rabia y el dolor se habían esfumado de repente. Solo sentía el cansancio. Quería irme a mi casa y dormir hasta que el mundo se acabase.
- ¡Eve!...- Se oyó en medio de la noche. Me sentí reconfortada al oír el eco de su voz en mi cabeza. Bueno, eso es lo que pensé en un primer momento. La verdad es que no estuve muy segura, pero me pareció oír una voz conocida, lejana, casi difusa. Unos segundos después apareció en mitad de la noche Dylan enfundando un cuchillo que relució en la penumbra. ¿Qué demonios hacía él con un cuchillo en mitad del bosque?
Los dos se miraron con un brillo asesino que revoloteaba en sus ojos y empezaron a pegarse con una brutalidad y rapidez increíbles, casi inhumanos. Veía de vez en cuando el brillo del cuchillo de mi novio. Eso era lo único que alcanzaba a ver. Después de oír durante un rato maldiciones y crujidos, decidí actuar. ¿Por qué era Dylan siempre el que me salvaba? Era una mujer fuerte y madura, así que no me lo pensé dos veces en cuanto vi caer a Dylan al suelo con un profundo corte en el pecho.
Le arrebaté el cuchillo a William, y empecé a lanzar "cuchillazos". Algunos ni siquiera le rozaron, pero la mayoría le hirieron. La furia me cegó y cuando me quise dar cuenta, él estaba acurrucado debajo de un árbol.  Le costaba respirar y el pelo lo tenía ensangrentado. Me detuve unos instantes con el cuchillo en mano. Si quería, podría acabar con él en ese mismo instante.
- Muy bien Eve, acaba con su maldita vida de una vez. ¡Mátale! - Percibí un cambio en el timbre de voz de Dylan. ¿Qué me estaba pasando? ¿En qué me he convertido? William me miró a los ojos suplicándome que no lo hiciese.
- No te reconozco.- Fue simplemente lo que dijo. Estaba confusa y me debatía entre el bien y el mal.
- Eve, ¿a qué esperas?- Gritó Dyl . Mi cabeza era un hervidero de pensamientos que no lograba ordenar. Cansada, tiré el cuchillo lo más lejos que pude y saqué el móvil del sujetador. Presioné los botones 112 y puse el auricular en mi oreja.
- Por favor, que venga una ambulancia al colegio Tylon High School. Hay un alumno herido en el bosque adjunto a él. - Cerré la conexión y me dirigí a Dylan.
- ¿Qué has hecho?- Farfulló.
- Que te quede claro. Le odio pero no soy una asesina, Dylan. - Contesté simplemente. Me di la vuelta y caminé hacia la salida de ese bosque. Quería irme a casa, dormir hasta que el mundo llegase a su fin y no ver a nadie. Ya no sabía si seguir confiando en Dylan. Se había mostrado muy agresivo, por no descartar que quería que yo sesgase una vida.
Caminé y caminé durante toda la noche hasta que llegué a una calle central muy ancha. Si continuaba bajándola y luego torcía a la derecha y continuaba todo recto, llegaría a casa, pero un deseo me llenaba por dentro: volver a ver a Dorado. Cambié de ruta y decidí ir por el bosque disfrutando de la soledad, de sus sonidos y de sus olores. Eso sí, olía un poco a quemado. Seguramente sería alguna pandilla que se aburría demasiado.
Llegué a la cueva y encontré una soledad indescriptible, anormal. No había rastro de nadie. Me llevé una gran decepción, y como si allguien hubiese oído mis pensamientos, empezó a tronar. Arrugué la nariz con desánimo y me adentré en la vacía cueva. Allí, en una de las frías paredes, me arrodillé y apoyé las castigadas rodillas en la desalentora arena mezclada con musgo. Resoplé y dejé resbalar mi torturado cuerpo en la oscuridad. Qué sola me sentía. Qué destrozada sentía mi vida. Qué, qué... pf, qué mierda me parecía todo. Metí la cabeza entre las piernas e intenté reflexionar y analizar todas las sensaciones que había experimentado a lo largo del día. Emoción y nerviosismo por la mañana, excitación por la tarde, alegría desbordante por la noche al entrar en el edificio, amor al bailar, confusión en el secuestro, rabia al ver a William, desconcierto al ver a Dylan con un cuchillo en medio del bosque, y por último, desolación, vacío al encontrarme sola y desamparada en medio de la oscuridad.
"Por fin a solas, Eve" Susurró algo en mi cabeza.
- ¿Quién anda ahí?- Grité a la oscuridad.
"Soy yo, Eve. Llevo esperando este momento dieciséis años..."

Ahogué un grito de sorpresa al ver en la cueva a mi lobo Dorado.


Laura Ramallo Aznar (LRA)

El amor, la vida y la lectura suponen una gran aventura. 



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viernes, 9 de marzo de 2012

Capítulo 6: De Compras

Pasaban las semanas, y Dylan y yo seguíamos juntos. Era lo normal en una pareja de novios, pero yo pensaba que, a lo peor, Dylan sólo me consideraba un lío de un día, pero no, me quería de verdad y seguía conmigo. A medida que pasaba el tiempo, no podía estar ni un día sin verle, sin besarle. Sus besos se habían convertido en una droga para mí y, lo malo, era que me había vuelto adicta a ellos.
Al principio nos veíamos a escondidas y los únicos que eran presentes de nuestro amor eran los animales del bosque. Pero luego, nos dimos cuenta de que era una tontería privarnos de nuestros besos a los ojos de los demás, y todo el colegio se enteró de nuestra relación. Para las chicas era normal que a mí me gustara Dylan ya que, por ahora, era uno de los chicos más guapos del instituto. Pero estaba segura, de que se preguntarían que veía Dylan en mí que no tenía ellas. Yo misma me lo preguntaba, por qué me había elegido a mí, y al no hallar respuesta decidí olvidarlo y simplemente disfrutar.
Lo pasábamos realmente bien, íbamos al cine, me llevaba en su moto o en su coche, comíamos o cenábamos juntos, dábamos paseos por el bosque y hasta en ocasiones dormíamos juntos. Esto era lo que más me gustaba, pues en la cama, me confortaba sentirlo a mi espalda, como si así, estando él allí, me pudiera proteger de mis pesadillas, y lo conseguía, pues cuando me despertaba sobresaltada, él me abrazaba y me tranquilizaba. Y siempre, en todas las ocasiones había besos, en los que nos abandonábamos el uno en el otro, en el que disfrutábamos del momento como si fuera único.
Y así pasábamos los meses, juntos y felices.
También había felicidad en el ambiente, porque a medida que pasaba el tiempo se acercaba el día de "El Gran Baile de Navidad", el evento más esperado después de las vacaciones de verano. Se celebraba en el gimnasio del instituto. Ponían una pista de baile con una buena música. También había espacios para quien no quería bailar, allí era donde yo solía estar. Pero eso no era lo más especial del baile. Lo especial era, que el chico invitaba a la chica al baile y las parejas de novios se convertían, en el baile, en parejas oficiales. Yo esperaba con ansia que Dylan me invitara a ir al baile con él, pero ese día no llegaba. Cuando empecé a desesperarme, y a preguntarme si debía pedírselo yo a él, Dyl me invitó a ir al baile con él. Sucedió en mi casa, lugar al que íbamos a menudo. El primer día que vino Dylan a mi casa, le presenté oficialmente a mi familia, y se quedó a cenar con nosotros. Creo que fue el día más tenso de mi vida. Estaba alerta porque pensaba que mi padre me iba a soltar un bofetón en cualquier momento, y que mi hermana iba a soltar una bobada por su boca, pero para mi suerte, mi padre no levantó sus ojos del plato y mi hermana no le perdió de vista a Dylan y parecía que se le iba a caer la baba de un momento a otro. A partir de aquel día, Dylan venía a mi casa a menudo, y al final mis padres le cogieron cariño, es más, estaban encantados que Dylan viniera a casa y mi hermana era, yo creo, la que más disfrutaba de que Dylan viniera a casa.
El día que me invitó a ir al baile, Dylan vino a comer a mi casa. Comimos pasta de primero y de segundo, filetes. Cuando acabamos de comer, subimos juntos a mi cuarto y nos pusimos a hacer los deberes. Al poco rato, Dylan se cansó de hacer los deberes y se tumbó en mi cama. Me di la vuelta en la silla y le miré desaprobadoramente.
- Así suspenderás y los profesores te regañarán.
- Me da igual suspender si estás tú conmigo.-cuando me decía esas frases tan sinceras, se me ponía la carne de gallina.
- ¿Y si te lo pido yo?- se acercó junto a mí y se sentó en la silla. Me miró a los ojos y me susurró.
- Entonces, si me lo pides tú, haré lo que sea.
- Bésame.- Cerré los ojos y sentí como se acercaba a mí y me besaba. Dylan se apartó de mí y me miró sonriendo.
- Mejor nos ponemos a hacer los deberes, porque como venga tu madre, seguro que se enfada.Ja, ja , ja, ja.
- ¡Qué tonto eres! Ja, ja, ja- me levanté y esta vez me tiré yo en la cama- pues ahora soy yo la que no quiere hacer deberes, ja, ja, ja.
-Pues no voy a ser yo el que te lo va a impedir.- dijo tumbándose en la cama junto a mí y atrayéndome hacia a él. Después de estar besándonos un buen rato, nos alejamos uno del otro.
- Me da que ya está bien por hoy- le dije intentando recuperar la respiración.
- No, todavía queda una sorpresa.- y dicho esto, saltó de la cama, me cogió por la cintura, me alzó en volandas y me posó suavemente en el suelo. Hizo una reverencia cómica, y tuve que reprimir mis ganas de reír.
- Eveling Hawk Margaret, ¿quieres venir al baile conmigo?
- Si, ja, ja, ja- dije cogiendo de mi falda y haciendo una reverencia, al estilo de la princesas. Dylan me miró y empezó a reírse y yo ya no pude reprimir mis risas. Se acercó a mí y me dio un abrazo.
- Te prometo que va a ser un baile inolvidable.









- ¿Y este?¿Te gusta?- dije saliendo del vestidor y girando sobre mí misma.
- Me gustaba más el otro- dijo Dylan alzando la cabeza de su móvil. Estaba sentado en los bancos de delante del vestidor. Estábamos en el centro comercial, comprando mi vestido y zapatos para el baile y Dylan se había ofrecido a acompañarme. Yo le había dicho que si veía mi vestido antes del baile, no habría emoción, pero él me dijo que le iba a impresionar igualmente fuera como fuese, y ante ese tipo de frases no le podía decir que no. Así que allí estábamos, eligiendo mi vestido para el baile, y la elección era muy, muy difícil.
- ¿Y qué tal este?¿Me queda bien?
- A mí este no me gusta, por el vuelo de la falda, es muy feo- dijo haciendo una mueca. No íbamos a salir de allí nunca. Habíamos mirado en varias tiendas, pero en ninguna nos gustaban los vestidos. Mi madre me había dicho que no me preocupara por el precio, que me lo pagaban ellos y el peinado me lo hacía mi madre que era peluquera. En una tienda habíamos encontrado un bolso precioso, pequeño, con purpurina, de color azul oscuro. También habíamos encontrado unos zapatos sencillos pero preciosos de color azul oscuro. Eran para llevar los dedos del pie al aire y se ataban al tobillo, con una cremallera. La parte del empeine estaba unido mediante una piedra preciosa plateada. Los zapatos tenían un tacón bonito y adecuado para mi altura. Pero el vestido no había manera de elegirlo.....
- ¿Este?¿Qué tal?- dije por enésima vez. Dyl no me estaba mirando. Miraba hacia un estante de la tienda. Se volvió hacia a mí ilusionado.
- Espera aquí, Eve.- y dicho esto se fue del probador. Me miré al espejo, nada me iba a quedar bien. Suspiré y empecé a probarme otro vestido. No llegaba a la cremallera de la espalda, así que salí para pedirle a Dylan que me la subiera. Él estaba fuera, y me sonreía de medio lado. Llevaba algo a la espalda.
- Ya está, este vestido te va a encantar- dijo mientras me lo enseñaba. La verdad es que era precioso. Era azul oscuro, como lo necesitaba, no tenía tirantes, era ceñido al tronco y a partir de la cintura quedaba holgado. Tenía la parte de arriba con purpurina, como el bolso, y el vuelo de la cintura brillaba. Sencillo y bonito, justo lo que quería. Me metí dentro con el vestido y me lo probé. Me quedaba perfecto. Cuando me lo probé me di cuenta de dos cosas: que la espalda me quedaba desnuda y que el vestido me quedaba perfecto.






Estaba en el baño, sentada frente al espejo. Mi madre estaba detrás peinándome. Ya me había puesto el vestido y me había maquillado. Llevaba un gloss rosa claro, colorete, una raya de ojos, una sombra de color azul celeste y un rímel que me hacía las pestañas larguísimas. Tenía hecha la manicura francesa en las uñas de los pies y de la manos. Miré a mi madre.
- Ya está. Te ha quedado precioso.- y así era. El pelo me quedaba suelto, a tirabuzones por la espalda, y tenía varios recogidos, con pizas brillantes, que me apartaban el pelo de la cara. Parecía brillar entera. Mi madre me dio la vuelta, me sonrió y me abrazó.
- Pásatelo bien- en ese momento sonó el timbre, seguramente sería Dylan. Cogí mi bolso, me pusé el colgante que me regaló Dylan, y bajé a toda prisa. Abrí la puerta, y allí estaba él, radiante como un sol. Me miró de arriba abajo y me sonrió de oreja a oreja.
- Estás increíble, princesa- él sí que estaba genial. Su pelo marrón relucía y resaltaba con su esmoquín negro. Y lo más alucinante eran sus ojos marrones, que brillaban con luz propia. Me tendió la mano, que cogí rápidamente. Me acompañó al coche, abrió la puerta y me metí. Se metió en el asiento del conductor, y se quedó mirándome.
- Realmente, estas preciosa- dijo inclinándose para besarme. Acepté su beso, felizmente.
- Bueno, ponte cómoda y nos vamos.- intente repirar, y relajarme. El coche se puso en marcha y nos fuimos hacia el instituto.



Paula Pulido Egea (25)






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lunes, 6 de febrero de 2012

Capítulo 5: Relación

Cuando sonó la campana, respiré aliviada. Estaba deseando volver a mi casa y tumbarme en mi cama. Estaba en mi taquilla esperando a Dylan, pero como no venía y además no se le veía por ningún lado, decidí irme yo sola a casa ¡qué se le iba a hacer!
Cuando salí por la puerta del colegio allí estaba él, esperándome, con una sonrisa en la cara.
-Ven conmigo Eve, quiero enseñarte una cosa- dijo Dyl- seguro que te va a  encantar.
Nos metimos en su coche y puso la radio. Cuando arrancó y nos dispusimos a marcharnos tuve la extraña sensación de que alguien me observaba. Miré a todos lados pero no vi a nadie, así que me encogí de hombros y me relajé en el cómodo asiento del coche.
Íbamos por una carretera con baches llena de grava y tierra. Miré por la ventanilla y vi, a lo lejos las copas de los árboles, entonces supuse que me iba a llevar al bosque. Cometía un error, porque si alguien me quería dar una sorpresa, jamás, de ninguna manera debería llevarme al bosque, porque no había nadie que lo conociera tan bien como yo.
- Dyl – le dije de la mejor manera que pude, ya que no quería estropear sus buenas intenciones- creo que no me vas a poder dar una sorpresa. Ya sé dónde vamos.
- ¿En serio?- me dijo mirándome con una sonrisa irónica.
- Si, vamos a alguna parte del bosque, y yo me  conozco el bosque como la palma de mi mano.
- No creo que conozcas al lugar a donde vamos. Confía en mí, sé lo que me digo.
No le pregunté más, así que estuvimos callados el resto del trayecto. Cuando nos internamos en la espesura por un caminito, me asusté. Vale, era Dylan, mi amigo de toda la vida, no me iba a hacer nada, pero había cambiado tanto….
Como si me leyese el pensamiento dijo:
- Tranquila Eve, no te voy a hacer nada. Así que relájate y deja de retorcerte las manos, te las vas a arrancar.
Me miré las manos, las tenía enrojecidas. Casi sin darme cuenta me había empezado poner nerviosa.
Le miré suplicante.
-Ya está, ya hemos llegado. Pero ahora te tienes que tapar los ojos. Es una sorpresa- La sonrisa que me dirigió me tranquilizó tanto que me puse la venda que me ofrecía en la cara. Esperé un rato, hasta que me abrió la puerta y me cogió de las manos para ayudarme a bajar. Me puso sus manos en mis hombros y me empezó a empujar suavemente guiándome por el bosque. De repente se paró y sentí sus labios rozando mi oreja:
- Ahora, si estás preparada, puedes quitarte la venda.
Y es lo que hice, me desaté el nudo y dejé que la venda se cayera al suelo. Me quedé muda de asombro. Giré sobre mí misma para observar toda la belleza de aquel lugar. Obviamente no había estado allí nunca, porque si no me acordaría.
Había un lago precioso, en él había cisnes y patos nadando. Del lago salía un río que se perdía de vista a lo lejos.  Estábamos en la parte izquierda del lago, en la que todo era bosque. Justo enfrente había un claro con el césped muy verde adornado de flores preciosas. Lo extraño era que las flores que había eran atemporales. Era como si miraras un cuadro de un paisaje al que le faltara el cielo. Algo raro te saltaba a la vista. Pero lo más bonito de aquel lugar era, sin duda, la cascada. Era una inmensa cortina de agua que al caer al lago provocaba chispas de aguas, que mojaban el césped. Un gran arco iris, en el que se discernían perfectamente todos los colores, atravesaba le cascada como un cuchillo te podía atravesar la piel.
- ¿Te gusta? – me dijo Dylan con la mirada iluminada por la ilusión.
- Sí, me encanta.
-Ven, voy a enseñarte otra cosa- me cogió de la mano y me condujo por un caminito hasta una especie de entrada a una cueva. La entrada estaba cubierta de helechos que impedían ver lo que había dentro. Dylan me cogió las manos y me las puso delicadamente encima de los ojos.
- No vale mirar hasta que te diga ¿eh?
Asentí con la cabeza.
Me empujó suavemente hacia dentro de la cueva. Sentí como los helechos me rozaban la cara como si fueran manos que me acariciaban.
- Ya puedes mirar- abrí los ojos y me volvía a quedar muda por segunda vez. Estábamos en una especie de cueva… ¡en el interior de la cascada! El suelo estaba recubierto por pétalos de rosa y en el medio había un cojín en forma de corazón precioso.
- ¿Has echo tú todo esto? ¿Para mí?
- Si…. –dijo poniéndose colorado como un tomate – es que como no pude regalarte nada por tu cumpleaños, te lo regalo ahora. El cojín es para ti, pero encima de él hay otro regalo.
Me acerqué par cogerlo. Abrí el envoltorio con mucho cuidado y lo sostuve entre mis manos. Era un colgante precioso, de plata y con la silueta de la cabeza de un lobo aullando a la luna. El lobo tenía por ojo una piedra preciosa, turmalina negra, supuse. Me quedé embobada mirando la belleza de la piedra.
- Trae, que te lo pongo- me dijo Dylan acercándose a mi. Cogió el colgante y se puso a mi espalda. Me retiró el pelo hacia delante. Pasó las manos alrededor de mi cuello y me abrochó el colgante al cuello. Me cogió de los hombros y me dio la vuelta para que mi rostro se quedara frente al suyo. Puso su mano en mi barbilla y me levantó ligeramente la cara. Clavé mis ojos en los suyos y paseé mi mirada por su rostro grabando en mi mente sus perfectas y preciosas facciones: sus labios perfilados y carnosos, sus ojos marrones, su pelo, que le caía a mechones por la frente y el cuello.
- ¿Lo ves? Te queda precioso- pero ni siquiera miré el colgante para ver como me quedaba. No podía dejar de observarle. Vi como se inclinaba para besarme y me quedé congelada. Cuando su boca encontró la mía y sus labios rozaron los míos, algo se desató en mi interior, un deseo insospechado, una pasión enorme. Al principio, tuve miedo pero luego me dejé llevar por ese deseo y le besé con pasión. Me rodeó la cintura con sus fuertes brazos y yo le puse mis manos en su fuerte cuello. Me apretó con fuerza y ahogué un gritito. Intenté respirar pero no pude, por miedo a quedarme sin respiración  me separé de él delicadamente y me quedé mirándole. Estaba aún más guapo que antes: las mejillas arreboladas, los ojos oscurecidos y los labios rojos. Apoyé mi cabeza en su ancho hombro, deseando que todo aquello no fuera un sueño, y en cualquier momento fuera a desaparecer. Escuché cómo su corazón, al compás de su respiración se iban calmando. Se separó de mí, y vi como se quitaba la camiseta dejando al descubierto su bronceado cuerpo, sus pectorales y sus abdominales.
- Ven, Eve, vamos a darnos un baño- me dijo cogiéndome de la mano y tirando de mí en dirección de la cascada. De repente se paró en seco- A no ser que quieras quitarte tú también al camiseta- me dijo mirándome y alzando una ceja a modo de interés.
- ¡Qué estúpido eres, Dyl!- me acerqué a él y le empujé contra la cascada haciendo que la atravesara. Yo le seguí, cruzando la cascada. Al pasar por debajo de ella, cerré los ojos para disfrutar del momento y percibir todas las sensaciones que sentí: la presión del agua en mi cabeza y en todo mi cuerpo, como si cada gota de agua pudiera colarse por mi piel, como si la cascada fuera el paso de un mundo a otro totalmente distinto, como si el agua se abriera a mi paso, para dejarme disfrutar de la vista del exterior: la luz y el viento, y Dyl. Estaba inclinado en la orilla del lago, y de repente, sin previo aviso, se tiró al agua. Me acerqué corriendo, y al ver que no salía, me asusté.
-Dyl… Dyl… ¡Dyl!- grité al agua muda. De repente, la cabeza de Dyl salió del agua, empapada, con todo el pelo pegado a su cara.
- Me has dado un susto de muerte- empecé a decir, pero Dyl se acercó a mi cara y me cogió con sus mano heladas mis hombros. Acercó sus labios a los míos, y antes de que pudiera si quiera rozarlos, tiró de mí hacia el agua, haciendo que me metiera en el lago.
Sentí como si todo se hubiera parado, no se oía ningún sonido, ni se veía nada. Salí a la superficie y de repente todo se abalanzó sobre mí, vi todos los colores a la vez, escuché todos los sonidos a la vez mezclados con la risa de Dyl, que estaba a mi lado.
- No vale- le dije - has hecho trampa.
- Ja, ja, ja… ¿de verdad quieres que haga trampas? Vale, tú lo has querido- dijo poniendo tan rápido las manos en mi cabeza, que no vi venir la ahogadilla que me hizo. Estuvimos haciéndonos ahogadillas y cosquillas mucho tiempo. Deseé poder coger todo aquel aire puro que había en el ambiente y guardarlo en un frasquito, para abrirlo después en la ciudad contaminada.
Me di la vuelta y vi a Dylan mirándome con esos ojos que tanto me gustaban. Me acerqué nadando y me cogí a él como si fuera mi flotador salvavidas.
- ¿Qué? ¿Te ha gustado?
- Sí, me ha encantado….-dije mientras le retiraba los mechones de pelo empapados que estaban pegados en su frente- yo también tengo algo para ti.
-¿Ah, si? ¿Qué?
Me acerqué y posé delicadamente mis labios en los suyos. Al principio le noté tenso a mi lado. Pero, poco a poco, se fue ablandando y pasó sus brazos alrededor de mi cintura.
Yo le rodeé el cuello con mis brazos y puse mis manos en su cabeza. Empezamos a besarnos cada vez más apasionadamente. Le despegué el pelo que estaba apelmazado en su cabeza y empecé a enredarme las manos entre sus mechones. Noté cómo él pasaba las manos por toda la espalda y los costados acariciándome delicadamente todo el cuerpo. Disfruté aquel momento como si fuera único e irrepetible. Nos apretábamos con tanta fuerza que parecía que íbamos a fusionarnos en un único ser, y eso, creo yo, era lo que los dos queríamos.
Se separó de mí delicadamente, para observarme de cerca, con sus ojos penetrantes. 
- Te quiero tanto...-murmuró. Y de verdad me debía de querer, ya que Dylan no era de los que expresaran sus sentimientos fácilmente.
-No me dejes nunca- le dije pasando mis piernas alrededor de su cintura, como si de alguna manera así me asegurarar de que nunca se iría de mi lado.
- ¿Crees que podría vivir sin ti? Porque yo creo que no.
Puse mi cara encima de su hombro y respire el olor tan familiar de su pelo.

-Escúchame..-dijo susurrándome al oído- nunca te voy a abandonar, porque si me fuera y te dejara aquí sola se me partiría el corazón. Nunca, y escúchame bien, nunca te voy a dejar sola. 

Paula Pulido Egea (25)


(Foto de Laura)



Licencia de Creative Commons
Amor Oscuro a la luz de la Luna

lunes, 16 de enero de 2012

Disculpas

Queridos lectores:

Queremos disculparnos por nuestra tardanza en publicar nuevas entradas. Hemos tenido algunos problemillas técnicos, pero para recompensaros, publicaremos dentro de unos días tres nuevas emocionantes entradas sobre la historia de Eve.

Gracias por todo:                                                        



Laura y Paula

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